.Título original: The Doll
Título en España: El muñeco
Autor: Daphne du Maurier
Traducción: Marian Womack
Ed. Nevsky
Páginas: 286
Los cuentos que componen esta antología, representan el talento joven de una mujer que llegaría no solo a ser una de las autoras más leídas del planeta, sino una referencia dentro del género de la intriga gótica, elemento que forma parte de algunas de sus más inquietantes narraciones, como la que presta su título al libro. Narraciones atmosféricas, perturbadoras, elegantes, son un retorno al inmenso talento de Daphne du Maurier para encontrar el lado más oscuro y escalofriante de las situaciones cotidianas, mostrándonos con una prosa impecable que lo más inesperado, sobrecogedor e inolvidable, puede sucederle a cualquiera.
Como habéis podido ver, la reseña anterior y esta comparten autora. Y es que no puedo quitarme de la cabeza la forma de narrar de Daphne du Maurier, me fascina su forma de describir algo tan sencillo como las flores del jardín de una casa, o su forma de tratar aspectos cotidianos del día a día. Por eso, pocos días después de leer Rebecca, me lancé con esta antología de relatos cortos que me había enviado Nevsky un tiempo atrás (¡muchas gracias!). Realmente lamenté no haberlo leído antes, porque lo que me encontré entre sus páginas me sorprendió más de lo que esperaba.
Antes de continuar la reseña, tal y como hace Pilar Adón en el prólogo a la obra, habría que agradecer a una librera, Ann Willmore, su empeño por encontrar y sacar a la luz unos primeros escritos de la autora de los que había leído mención en alguna entrevista o biografía, pero que parecían desaparecidos del mundo. Los fue a encontrar en Fowey, lugar clave para Daphne y su obra ambientada en Cornualles. Gracias a esa tenacidad podemos disfrutar hoy de estos relatos, escritos en torno a 1930 y que fueron rechazados por diversas editoriales de la época. Relatos de juventud, en algunos de ellos se puede adivinar lo que más tarde sería la mansión Manderley y la exhuberancia de su naturaleza, o esa figura de mujer encantadora e irresistible como fue Rebecca, pero sobre todo, la capacidad de la autora para dejarse llevar en el formato corto y asombrar al lector con terrores o miedos desconocidos para él hasta entonces.
El primero de ellos, Viento del Este (posiblemente mi preferido de todos, he de decir), es una canción oscura de amor a esa costa de Cornualles que tanto quería la autora. Ella, mejor que nadie, sabe describir lo abrupto de las rocas e incluso hablar del olor a salitre que tiene aquel mar. En sus escasas páginas, construye algo idílico en un pueblecito oculto en una bahía, que con la llegada de unos marineros extraviados pasa a convertirse en siniestro, por el mero hecho de romper con la monotonía y la rutina de sus habitantes. Sabe cómo hacer partícipe al mar de la historia, hacerle un personaje más, espectador impasible de los acontecimientos, como seguramente lleva haciendo desde el principio.
Más tarde, en El Muñeco (que da título a la antología) se pone la primera piedra para el personaje más icónico de toda la obra de Daphne. Con idéntico nombre, aquí Rebeca es una mujer misteriosa, de orígenes desconocidos, que literalmente es capaz de llevar a la locura a un hombre. Lo que empieza siendo curiosidad, pronto se transforma en deseo y obsesión. No se evitan temas como el sadismo o el sexo, aunque siempre desde una distancia elegante. Pero no es el ámbito donde destaque mejor, si no en aquellos momentos turbios y delirantes donde el hombre parece absorto por el embrujo de Rebeca sin darse cuenta del peligro al que se está acercando.
En los relatos siguientes, Y ahora a Dios nuestro Señor y Diferencia de carácter, la autora hace un estudio de personajes, pero a su modo. Sin dejar demasiado lejos los detalles siniestros, en este caso cómo de oscura puede tornarse la vanidad humana, aunque se trate de un clérigo, o la rapidez con la que la monotonía y sobre todo lo que nunca se dice en una pareja puede acabar con la relación.
Otro de mis relatos preferidos, Piccadilly, cuenta con sincera crudeza, los devenires de una muchacha sencilla y honrada, quizás con demasiados pájaros en la cabeza y demasiado ingenua. De cómo pasó de ser ayudante de cocina en Kensington a los bajos y oscuros fondos londinenses de los años 30. Se lo cuenta a un periodista, con una lengua descarada y amarga de quien ha vivido demasiado en muy poco tiempo. Duele cada paso que Mazie da hacia el abismo (aunque no sea la misma época, no creo que fuera mucho mejor que lo que Jack London vivió), duele cada mención a Jim, y sobre todo duele pensar que ella está convencida de alguna manera, de que ése es su destino.
El último relato del que os hablaré, Gato doméstico, habla de los celos patológicos que puede llegar a sentir una madre de su propia hija adolescente. De lo escabrosa que puede volverse una suerte de trío entre la madre, su amante y la joven protagonista, demasiado ingenua para creer lo que está viviendo. Me recordó, en parte a Nancy Mitford y sus descripciones de sociedad, aunque con una parte oscura que ya veo que Daphne domina a la perfección
En definitiva, se trata de una colección de relatos cortos en los que descubrir la maravillosa forma de escribir de Daphne du Maurier, y poder apreciar su talento más allá de Rebecca o incluso My cousin Rachel. Resulta curioso ver cómo empezaban a forjarse los iconos de su carrera posterior, así como su peculiar tamiz sobre las situaciones cotidianas, como un nuevo trabajo o un viaje al campo. Aunque no todos los relatos me hayan gustado de la misma manera, hay algo en ellos que me cautiva y me hace querer seguir leyendo más obras de Daphne, descubrir más sobre esa costa de Cornualles de su infancia, y viajar con ella a las remotas profundidades del alma humana. Maravilloso libro, maravillosa Ann Willmore y su determinación a hacerlo llegar hasta nosotros.
Antes de continuar la reseña, tal y como hace Pilar Adón en el prólogo a la obra, habría que agradecer a una librera, Ann Willmore, su empeño por encontrar y sacar a la luz unos primeros escritos de la autora de los que había leído mención en alguna entrevista o biografía, pero que parecían desaparecidos del mundo. Los fue a encontrar en Fowey, lugar clave para Daphne y su obra ambientada en Cornualles. Gracias a esa tenacidad podemos disfrutar hoy de estos relatos, escritos en torno a 1930 y que fueron rechazados por diversas editoriales de la época. Relatos de juventud, en algunos de ellos se puede adivinar lo que más tarde sería la mansión Manderley y la exhuberancia de su naturaleza, o esa figura de mujer encantadora e irresistible como fue Rebecca, pero sobre todo, la capacidad de la autora para dejarse llevar en el formato corto y asombrar al lector con terrores o miedos desconocidos para él hasta entonces.
El primero de ellos, Viento del Este (posiblemente mi preferido de todos, he de decir), es una canción oscura de amor a esa costa de Cornualles que tanto quería la autora. Ella, mejor que nadie, sabe describir lo abrupto de las rocas e incluso hablar del olor a salitre que tiene aquel mar. En sus escasas páginas, construye algo idílico en un pueblecito oculto en una bahía, que con la llegada de unos marineros extraviados pasa a convertirse en siniestro, por el mero hecho de romper con la monotonía y la rutina de sus habitantes. Sabe cómo hacer partícipe al mar de la historia, hacerle un personaje más, espectador impasible de los acontecimientos, como seguramente lleva haciendo desde el principio.
La isla se eleva desde el mar como un peñasco extraño y deforme, espléndido en su desolación, con un rostro grisáceo elevado hacia los cuatro vientos. Parece que hubiera sido arrojada desde lo más profundo del Atlántico en un momento de grandes desórdenes, para depositarse donde se encontraba, un pedazo diminuto y desafiante de tierra, destinado a resistir la furia del mar durante toda la eternidad.
Más tarde, en El Muñeco (que da título a la antología) se pone la primera piedra para el personaje más icónico de toda la obra de Daphne. Con idéntico nombre, aquí Rebeca es una mujer misteriosa, de orígenes desconocidos, que literalmente es capaz de llevar a la locura a un hombre. Lo que empieza siendo curiosidad, pronto se transforma en deseo y obsesión. No se evitan temas como el sadismo o el sexo, aunque siempre desde una distancia elegante. Pero no es el ámbito donde destaque mejor, si no en aquellos momentos turbios y delirantes donde el hombre parece absorto por el embrujo de Rebeca sin darse cuenta del peligro al que se está acercando.
Quiero saber si los hombres se dan cuenta de cuando están locos. Algunas veces creo que mi cerebro no es capaz de soportarlo, inundado como está de tanto horror, víctima de una desesperación inconmensurable. Y no hay nadie en absoluto; nunca me he encontrado tan irremediablemente solo. ¿Por qué me ayuda a escribir estas líneas? Porque vomito el veneno de mi cerebro.
Puesto que estoy envenenado, y no puedo dormir, no puedo cerrar mis ojos sin ver su maldito rostro.
En los relatos siguientes, Y ahora a Dios nuestro Señor y Diferencia de carácter, la autora hace un estudio de personajes, pero a su modo. Sin dejar demasiado lejos los detalles siniestros, en este caso cómo de oscura puede tornarse la vanidad humana, aunque se trate de un clérigo, o la rapidez con la que la monotonía y sobre todo lo que nunca se dice en una pareja puede acabar con la relación.
Otro de mis relatos preferidos, Piccadilly, cuenta con sincera crudeza, los devenires de una muchacha sencilla y honrada, quizás con demasiados pájaros en la cabeza y demasiado ingenua. De cómo pasó de ser ayudante de cocina en Kensington a los bajos y oscuros fondos londinenses de los años 30. Se lo cuenta a un periodista, con una lengua descarada y amarga de quien ha vivido demasiado en muy poco tiempo. Duele cada paso que Mazie da hacia el abismo (aunque no sea la misma época, no creo que fuera mucho mejor que lo que Jack London vivió), duele cada mención a Jim, y sobre todo duele pensar que ella está convencida de alguna manera, de que ése es su destino.
Todas las mañanas abro mi Biblia para ver si va a ser mi día de suerte. ¿Se ríe de mí? Se lo digo en serio. Una chica que conocía encontró "El Señor enviará la plaga sobre tí" y en menos de una quincena la tenía. Ella no se rió. Todo lo que sabía era que no venía de Dios...Somos así, todas nosotras. Creemos en leyendas, creemos en símbolos, en las señales...lo único en lo que no creemos es en los cuentos de hadas.
El último relato del que os hablaré, Gato doméstico, habla de los celos patológicos que puede llegar a sentir una madre de su propia hija adolescente. De lo escabrosa que puede volverse una suerte de trío entre la madre, su amante y la joven protagonista, demasiado ingenua para creer lo que está viviendo. Me recordó, en parte a Nancy Mitford y sus descripciones de sociedad, aunque con una parte oscura que ya veo que Daphne domina a la perfección
Así que ser mayor consistía en aquello: un tejido sórdido de relaciones personales, complicadas y envilecidas. Ni amor ni romance. Ahora le tocaba a ella vivir todo aquello, ser falsa, endurecerse, ponerse la misma máscara que había llevado su madre.
En definitiva, se trata de una colección de relatos cortos en los que descubrir la maravillosa forma de escribir de Daphne du Maurier, y poder apreciar su talento más allá de Rebecca o incluso My cousin Rachel. Resulta curioso ver cómo empezaban a forjarse los iconos de su carrera posterior, así como su peculiar tamiz sobre las situaciones cotidianas, como un nuevo trabajo o un viaje al campo. Aunque no todos los relatos me hayan gustado de la misma manera, hay algo en ellos que me cautiva y me hace querer seguir leyendo más obras de Daphne, descubrir más sobre esa costa de Cornualles de su infancia, y viajar con ella a las remotas profundidades del alma humana. Maravilloso libro, maravillosa Ann Willmore y su determinación a hacerlo llegar hasta nosotros.
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