The Lodger, Marie Belloc Lowndes


Título original: The Lodger
Título en España: El Huésped
Autor: Marie Belloc Lowndes
Traducción: Susana Carral
Ed. MenosCuarto
Páginas: 304

 Inspirada en los asesinatos de Jack el Destripador, la obra reúne los ingredientes clásicos de la mejor narrativa de misterio británica. Mientras Londres vive con inquietud la aparición en sus calles de un asesino de mujeres, un extraño hombre sin equipaje alquila una habitación en la casa de los Bunting. La autora crea una atmósfera de suspense desde la primera hasta la última línea en esta intrigante historia sobre la culpabilidad y las apariencias.

Antes de empezar la reseña, querría dar las gracias a Marta de Leersinprisa, porque gracias a ella llegué a este libro, a maravillarme con él y a lamentarme de que ni autora ni obra sean más conocidos.

Como bien dice ahí arriba, el argumento está basado en los asesinatos de Jack el Destripador. Vamos a dejar a un lado la total fascinación que el personaje y lo que le rodea ejerce sobre mí, para fijarnos en el detalle de la cronología. Hoy en día estamos más o menos acostumbrados a que, bien por divulgación real o bien por marketing interesado, abunden libros, obras e incluso merchandasing de Jack. Pero cuando este libro fue publicado las cosas eran algo más diferentes. Allá por 1913, a las puertas de la Primera Guerra Mundial, habían pasado 25 años escasos desde que el East End temblara, y con él, todo Londres. Las teorías sobre la identidad del asesino flotaban en el aire cuando testigos y detectives que habían participado en la investigación aún vivían. Y es entonces cuando aparece este libro, alejado del sensacionalismo que podrían suscitar los asesinatos, centrado en cuestiones más prácticas desde el punto de vista criminalista, y desde luego, bastante más realista que otras obras que he podido leer hasta la fecha.

La historia parece sencilla: un matrimonio humilde y honrado pasa por sus horas más bajas. Ambos se encuentran sin trabajo y malviven gracias a la caridad de unos familiares lejanos. Pero eso no da para mucho y deciden alquilar unas habitaciones en su casa, aunque sin demasiado éxito a largo plazo. Por eso, cuando un nuevo inquilino llama a la puerta, los Bunting dan gracias al cielo y acogen a este extraño, haciendo todo lo posible para que se sienta cómodo en su casa.

La señora Bunting aceptó encantada los deseos de su huésped. A pesar de sus remilgos y su amor por el orden, la patrona del señor Sleuth era una mujer de verdad, de las que mostraban una paciencia infinita ante las rarezas y los caprichos masculinos

Porque es cierto. Este nuevo huésped se ha comportado de una manera un poco extraña, aunque siempre siendo un caballero, en palabras de Ellen Bunting, así que ella se limita a tenerle paciencia, y a no prestar más atención que la debida, pues ¿qué importancia pueden tener esos detalles cuando se está tan apuradísimo de dinero como lo estaban ellos? El señor Sleuth, que así se llama, parece un hombre celoso de su intimidad, que no desea ser molestado bajo ninguna circunstancia, con unos horarios de comida y cena poco habituales y unos misteriosos experimentos que llevar a cabo en el piso de arriba (por el que llega a pagar varios meses por adelantado). 

Todo ello coincide en tiempo con unos horribles asesinatos que se están produciendo en Londres. La ciudad está consternada por los crímenes de quien han venido a llamar "El Vengador", mujeres generalmente ebrias, sobre las que alguien deja un trozo de papel con ese nombre escrito. En este aspecto, la autora hace un paralelismo claro con los crímenes de 1888, sin necesidad de recrearse en los detalles más técnicos y sangrientos, no es difícil establecer conexiones entre ambos. En detalles como la tinta roja con la que El Vengador escribe su nombre, la bolsa de cuero que le acompaña o incluso en el sombrero de copa tan reproducido en la silueta del Destripador. Para alguien tan interesada en Jack como yo, es una delicia descubrir esos puntos en común y plantearse incluso los más sutiles, en algunos párrafos que podrían ser considerados clases de criminología casi de manual. 

Poco a poco, la historia detectivesca se va hilando con la vida cotidiana de los Bunting. Al principio solo sabemos de ella mediante los vendedores de periódicos y lo que aparece en los mismos, para después seguir con las visitas de un joven agente de policía conocido del matrimonio e interesado en la hija que el señor Bunting tuvo de su anterior matrimonio. Joe Chandler visita la casa esperando causar una buena impresión en el padre de Daisy, y para ello se muestra profesional en su labor como agente, dosificando el misterio de los asesinatos para el lector.

La señora Bunting pasa de no mostrar interés alguno a lo que las noticias puedan decir sobre el caso a prestar una atención cada vez mayor a las mismas. ¿Y dónde está la razón de este cambio? Siendo como es la única persona que se ocupa de atender a su huésped, tanto en horarios, comida y limpieza de sus dependencias, cree haber detectado algo anómalo en todo ello. Algo que, a pesar de considerar al señor Sleuth como un caballero, y más aún, a pesar de realmente necesitar el dinero que él les paga, le quita el sueño por las noches. 

A través de ella, la autora nos deja pinceladas aquí y allá de lo que sabemos que va a ocurrir. O al menos de lo que ya ha ocurrido. Los periódicos hablan de asesinatos de mujeres ebrias y la señora Bunting aprecia cierta animadversión hacia el género femenino y la bebida a partes iguales por parte de su huésped. Hablan de una bolsa de cuero y la buena mujer echa en falta la que Sleuth trajo el primer día. Se publican noticias de la hora a la que se cometen los asesinatos y Ellen Bunting escucha en sus noches en vela los pasos de alguien bajando las escaleras de su casa y saliendo por la puerta unos minutos antes de los mismos.

Sin embargo, bajo esa actitud silenciosa y hosca, qué terribles eran el miedo, la angustia, y sí, también el suspense, que agitaban su alma y afectaban de tal forma a su cuerpo, debilitado y enfermizo, que a veces se sentía incapaz de llevar a cabo las simples tareas pendientes.

Mientras esas dudas asaltan a su mujer, el señor Bunting sufre un proceso parecido, solo que mucho más repentino. Siempre atento a las noticias, leyendo los periódicos o de mano del joven Joe Chandler, no repara nunca en su huésped, pues parece algo de lo que Ellen se ocupa con bastante diligencia. Hasta que ocurre algo que no puede obviar, y es entonces cuando llega a temer por la vida de su propia hija. Sin embargo, y a pesar de no ser conscientes de las sospechas del otro, el matrimonio pretende mantener la inocencia de su huésped hasta el final, en aras de la renta mensual que este les entrega.

Nadie, a parte de ellos mismos, llega a sospechar del señor Sleuth, ni siquiera Joe Chandler, que visita frecuentemente la casa. Bien sea porque el huésped se cuida mucho de no salir de sus dependencias, o bien sea porque los agentes de la Metropolitana nunca barajan la teoría que le conecte, lo cierto es que su participación en los crímenes se limita exclusivamente a la mente y los pensamientos del matrimonio. En concreto, de la señora Bunting, que por haber sido la primera en percatarse de estos detalles, carga con el peso de la narración, del suspense y de cierto ambiente opresivo.

Y digo cierto, porque uno de los mayores aciertos de la autora es manejar los tiempos y los ambientes en la novela. Justo cuando parece que los temores de Ellen resultan demasiado y los achaques de su salud nos puedan empezar a agobiar, aparece una trama de humor de la mano de Daisy y Joe, los jóvenes enamorados y sus alegres comentarios. Justo cuando parece que la trama se aligera demasiado de la mano de estos dos, el señor Sleuth baja las escaleras de la casa de noche haciendo palidecer a Ellen, o aparece una nueva pista en los periódicos que deja sin habla al señor Bunting.

El final del libro, como toda buena historia de suspense, es mejor que la leáis vosotros mismos. Compartid esa angustia que atenaza los nervios de la buena Ellen y dejaros llevar por una autora que tuvo el coraje de escribir sobre los asesinatos de Jack el Destripador y el buen hacer de enmascararlos y hacerlos formar parte de una novela negra muy digna de sus sucesoras e injustamente olvidada por el gran público.

Como detalle, apunto que esta historia ha sido llevada varias veces al cine. La primera de ellas por un jovencísimo Alfred Hitchcock en 1927. En España se tituló El enemigo de las rubias, y aún no la he podido ver entera. Pretendía haber hecho una comparativa del libro y las películas (al menos la de Hitchcock y la de 1942) pero no me ha dado tiempo. Prefiero dedicarle el tiempo que se merece, y quizás más adelante haga alguna entrada recopilando películas sobre el tema.

2 comentarios

  1. ¡Pues vaya! Ni conocía el libro, ni la autora ni la editorial, pero me los has vendido totalmente. Me ha encantado lo que cuentas de la historia. Menos mal que esa pelu de Hitchcock es de las pocas suyas que no he visto, porque me gusta siempre leer antes el libro. Queda apuntadísimo.
    ¡Un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Holi!
      Ya sabes que yo soy un poco truculenta y me gustan la gente que va matando y haciendo cosas creepys por ahí, jajajaja.
      Pues ya taaardas en ponerte con el libro. Se lee en nada, a pesar del tema es bastante ligerito, así que ¡ánimo!
      Besotooooones para todos (y todas ;) jijiji)

      Eliminar

¡Hola! Gracias por pasarte por mi blog y dedicar tiempo a comentar, valoro todos los comentarios, y siempre respondo.
¡Un saludito!